«El verdadero drama es la incapacidad de los padres para conectar con sus hijos adolescentes»
Es un actor británico muy conocido, pero ha sido la serie 'Adolescencia', de la que Stephen Graham es productor, guionista y protagonista, la que lo ha colocado en el centro de la conversación. Aunque ha interpretado a gánsteres y sociópatas, la verdadera 'película de terror' estaba en una familia 'normal'. Hablamos con el hombre del momento, que se emociona hasta la lágrima cuando habla de sus hijos.
Stephen Graham tiene una pequeña, pero no insignificante, cicatriz sobre el ojo derecho. Mientras tomamos un café en un estudio en Londres, es fácil dejarse llevar por la imaginación dilucidando cómo se la hizo. Después de todo, Graham, de 51 años, ha pasado casi 30 interpretando a tipos duros y desagradables en películas y series tan conocidas como Snatch, Boardwalk Empire, This is England, El Irlandés o Peaky Blinders.
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¿Y esa cicatriz? «La verdad –dice Graham, pasándose un dedo por la herida– es que me choqué contra una farola». ¿En serio? «Fui con mi mujer y mi hija al teatro y volvíamos a casa caminando. Mi esposa hablaba por teléfono con Alfie, nuestro hijo, que estaba haciendo un curso de barbero y le había cortado el pelo a uno de sus amigos por primera vez. Le dije: '¡Pregúntale cómo le fue! ¡Pregúntale cómo le fue!'. Andábamos rápido y... pum. Nuestra hija, Grace, cuenta que fue como en los dibujos animados. ¡Totalmente cómico!». Ríe al recordarlo.
El padre de la criatura. Stephen Graham, creador, guionista y protagonista de Adolescencia, con el actor con Owen Cooper, de 15 años y sin experiencia previa como actor, en una pasaje de la exitosa y dramática serie.
La historia dice mucho sobre Graham. Este tipo que lagrimea varias veces mientras hablamos, dos de ellas simplemente al expresar lo orgulloso que está de sus hijos, es uno de los tipos más duros de la pantalla. «Mi familia me llama 'el idiota sentimental'...».
Los Graham, incluyendo a sus perros, viven en un pueblo de Leicestershire y pasan el tiempo «siendo normales», dice. Él es compacto (no mide más de 1,65 metros), con una complexión robusta, y muy inquieto; está siempre trabajando, investigando y, desde 2020 –cuando él y su mujer, la actriz Hannah Walters, fundaron Matriarch Productions–, generando ideas para guiones. Graham es disléxico (su mujer siempre lo ha ayudado a leer y elegir los guiones), pero rebosa ideas.
A los 20 años, la salud mental de Graham se desmoronó, intentó suicidarse. «Nunca es bueno caer tan bajo. Pero, si logras mirar alrededor, ves que hay gente que te apoya». Entre ellas estaba Hannah Walters, hoy su mujer y socia
Tras el éxito de su película Boiling point, en 2021, en la que Graham interpreta a un jefe de cocina en un frenético restaurante, y que se filmó en una sola toma, la productora de Brad Pitt, Plan B, les pidió que hicieran una serie para Netflix utilizando el mismo audaz método de rodaje. Dependía de ellos decidir qué historia valía la pena contar. Esa historia es Adolescencia.
«A veces, la idea de algo surge de repente, ¡zas!, pero está respaldada por mucha investigación», explica Graham, que había reparado en la aterradora tendencia a los asesinatos con arma blanca entre adolescentes en Gran Bretaña, a menudo cometidos tras pequeñas discusiones en redes.
«Tanta gente maravillosa...»
Martin Scorsese, con quien ha rodado tres películas, llama a Graham «mi Joe Pesci británico». En la imagen superior: con Scorsese y Robert De Niro en el rodaje de El irlandés; abajo a la izquierda: con Jason Statham y Brad Pitt en Snatch. Cerdosy diamantes; a la derecha: Graham en la serie Boardwalk empire. «Mi vida es muy rara. Soy un chico de Kirkby y, aun así, he conocido a tanta gente maravillosa...».
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Su inspiración no fue un caso específico, pero hay muchos para elegir: Ava White, una niña de 12 años apuñalada en 2021 por un chico de 15 en Liverpool por una discusión sobre un vídeo; Brianna Ghey, la chica transgénero de 16 años apuñalada mortalmente en 2023 por dos adolescentes; Axel Rudakubana, de 17 años, que asesinó a tres chicas que asistían a una clase de baile en Southport... Graham leyó artículo tras artículo y pensó: «¿Qué está pasando en nuestra sociedad para que esto se esté convirtiendo en algo casi habitual?». Se pellizca la nariz y se seca las lágrimas.
«Me conmueve porque es la pérdida de una vida joven sin ninguna razón. Ninguna en absoluto. Niños asesinados por niños. Pensé en analizarlo con la mayor cercanía posible, porque esto nos podría pasar a cualquiera».
Una familia afortunada. StephenGraham y su mujer llevantres décadas juntos. Tienen dos hijos, de18 y 20 años.En la foto,en una imagende un documental en elque participaron en Channel4.
Adolescencia es una serie extraordinaria no solo por lo que cuenta (un niño de 13 años es acusado de asesinar a otra chica del colegio), sino por cómo lo hace. Al magnífico guion de Graham y Jack Thorne se une la proeza técnica de rodar cada uno de los cuatro capítulos en un plano secuencia. Para lograr un episodio entero sin errores tuvieron que hacer unas diez tomas completas de cada uno. «Como actor, es una experiencia increíble», dice Graham.
Graham interpreta al padre del adolescente, y la atención se centra en esa familia 'normal' ante un hecho inimaginable: el padre tiene un negocio de fontanería, viven en una bonita casa con una hija que es una buena estudiante y un hijo que, a simple vista, parece incapaz de cometer un asesinato. Parte de la misión de su productora, asegura Graham, es contar historias de la clase trabajadora sin estar plagadas de clichés. Insistió en que el guion no fuera: «Mamá es alcohólica, papá golpea al niño, el tío tocó al niño cuando era pequeño... No quería eso».
«Cuando yo era pequeño, discutía y me peleaba, pero luego podía ir a casa y desconectar un rato. Hoy, con el móvil, los niños no pueden escapar»
Adolescencia explora temas que siempre le han interesado: las presiones cuando eres joven y las dificultades de criar niños. A mediados de la década de 2000, cuando estuvo sin trabajo durante ocho meses después de This is England –un rodaje en el que interpreta a un skinhead y que le resultó emocionalmente insoportable, hasta el punto de que se desquició y recurrió al alcohol (lleva sobrio mucho tiempo)–, consideró dejar la interpretación y convertirse en trabajador social.
Su infancia no fue precisamente fácil. Nacido en Kirkby, a nueve kilómetros de Liverpool, su madre (fallecida en 2022) era trabajadora social y crio a Graham sola durante los primeros diez años de su vida. Entonces apareció su padrastro, Mike Fazakerley, a quien llama 'papá', aunque también mantiene una buena relación con su padre biológico, por quien tiene ascendencia jamaicana.
The Boss. Graham acaba de interpretar al padre de Bruce Springsteen en el próximo biopic sobre el músico, protagonizado por Jeremy Allen White. Springsteen lo había visto en This is England y aprobó su elección. «¡El mismísimo The Boss!Y me abrazó cuando estaba caracterizado del personaje, su padre», momento que recoge la foto. «Fue increíble», suspira Graham.
El joven Graham sufría acoso racista en el colegio (su padre es de piel oscura y su padrastro, de origen africano, también) y tampoco ayudaba su intrepidez. A los 10 años se cayó del séptimo piso de un aparcamiento y se fracturó el brazo, la clavícula y ambas piernas.Por suerte su padrastro, enfermero pediátrico, era un apasionado de la cultura y le enseñó museos, galerías y toda la oferta de películas que había en el videoclub. Y cambió su vida. «A veces solo hace falta una persona que crea en ti». Graham le agradece a 'papá' que lo ayudase a aceptar su origen interracial. «Me ayudó a entender quién soy y que lo que soy es suficientemente bueno».
«Supongo que el cine fue mi forma de escapar, donde vi la oportunidad de ser alguien. Luego tuve suerte porque Drew Schofield (un actor popular entonces) vivía en la calle de mi abuela. Así que supe que era posible. Cuando el tutor del colegio me preguntó qué quería ser, dije 'actor', y me dijo que debía buscar un trabajo de verdad. Le dije: 'Es un trabajo de verdad, Drew es actor'. No supo qué responder».
El trampolín. Graham en la película Boiling point rodada, de principio a fin, en un único plano secuencia de dos horas. Fue este filme el que animó a los productores de Netflix a producir Adolescencia.
Siguiendo el consejo de Schofield, Graham pasó del teatro escolar a un programa juvenil de arte dramático en Liverpool. Eso lo mantuvo alejado de los problemas, pero no pudo protegerlo de todo. A los 20 años su salud mental se desmoronó, en parte porque se tomó demasiado en serio su inmersión en los personajes como aprendizaje actoral, lo que lo llevó a una «psicosis autoinducida», y en parte debido a que su madre dio a luz a un bebé que nació muerto. Graham entró en una espiral descendente e intentó suicidarse. «Nunca es bueno caer tan bajo, pero si logras mirar a tu alrededor ves que hay gente que te apoya», dice sobre aquella época. Sus padres se dieron cuenta de la gravedad de la situación cuando vieron las marcas que había dejado en su cuello su intento de ahorcarse y fueron los primeros en ayudarlo. También lo hicieron sus amigos; entre ellos, Hannah Walters, entonces solo una amiga del teatro. Más de 30 años después siguen juntos.
Por dura que haya sido su propia vida, no envidia a los jóvenes de hoy, dice. En la era de las redes sociales, los niños no pueden escapar de ningún problema. «Cuando era pequeño, discutía y me peleaba, pero luego podía ir a casa y desconectar un rato. ¿Pero hoy? –coge su teléfono–. ¡Ping, ping, ping! Con estas cosas no puedes huir». Él y su hijo, Alfie, se llevan muy bien, pero entiende que no en todas las casas es así. «Un amigo de Alfie vino una vez a jugar con él y me dijo que su padre nunca le había dicho que lo quería ni lo había abrazado. Me pareció muy triste». Por eso, «además de la cultura incel y la pornografía, la dificultad de los padres para conectar con sus hijos» alimentó Adolescencia.
Toca su móvil de nuevo. «Ahora, estos aparatos están criando a nuestros hijos tanto como nosotros, si no más. Es muy peligroso».
En este momento, Graham está, dice, «técnicamente desempleado». Es un estado que todavía le molesta un poco. «Antes tenía ese síndrome del impostor. Esa mentalidad de clase trabajadora de: '¿Cuándo me lo van a quitar todo? ¿Me van a descubrir?'. Pero hace unos años eso se disipó». Ahora, por fin, puede admitir que le va bien. «Sí, sí, nos va muy bien. Y estoy agradecido. Pero nos ha costado mucho trabajo llegar hasta aquí»